Se trata de contar una historia.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

44. Más

Primero fue el derecho al voto. Luego la igualdad ante la ley. Más tarde el uso libre de los anticonceptivos y el aborto. Por fin, la gran conquista de las mujeres de nuestro tiempo: la incorporación al mercado laboral. Porque la plena emancipación femenina pasa por un empleo remunerado. Hay que insistir en esto: las mujeres siempre han trabajado, y mucho, en las labores domésticas y atendiendo al marido, al padre, al hijo o al hermano, sin recibir nada a cambio. Afortunadamente, hoy las cosas han cambiado.
Por cada mujer que trabaja fuera de su casa y recibe un salario, dos esclavas se han liberado: la esclava del hogar y la esclava del hombre. La esclava del hogar ha dejado de fregar cacharros, barrer los suelos, lavar ropa sucia; labores que no le permitían realizarse como persona. Ahora puede dar lo mejor de sí misma a la sociedad trabajando como secretaria, o teniendo su propia empresa, o siendo periodista, o incluso diputada. Tenemos hasta ministras, y es posible que dentro de poco alguna mujer llegue a dirigir el gobierno de la nación.
La esclava del hombre también ha abandonado tan triste condición. La mujer ya no tiene que soportar más vejaciones, porque dispone de independencia económica. Ya no es el hombre el único que lleva el dinero a casa. Y si es un borracho, o un adúltero, o un grosero, pues ahí te quedas, que te aguante tu madre, adiós muy buenas.
Sí, por cada mujer que trabaja fuera de su casa, dos esclavas se han liberado. O tres, porque casi siempre
, cuando una mujer se libera, se libera también una criada.

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