HISTORIA ESPAÑOLA

Se trata de contar una historia.

jueves, 6 de noviembre de 2008

0. Cita

Los cuentos, fábulas y fantasías de esta colección armonizan la vida cotidiana de los mortales, el reino fabuloso de los pájaros y los animales terrestres, así como el mundo sobrenatural de dioses y fantasmas. Al igual que el folklore occidental y los cuentos de hadas, surgen de las remotas fuentes de la historia y la imaginación de una civilización, y su muestrario de campesinos, filósofos, vírgenes, reyes, jueces, tigres y papagayos llega a recordarnos a veces esos personajes de leyendas más conocidas. Estas historias, al mismo tiempo, llevan el sello de la sociedad y las tradiciones que las han producido. Arrojan una luz particular sobre el orden social chino gracias a las estructuradas relaciones que definen: el emperador y el súbdito, el padre y el hijo, el marido y la esposa (o las esposas), el funcionario y el campesino, el hombre y el animal.

Moss Roberts. Los cuentos fantásticos de China.


00. Epílogo de 2004

Escribí estas historias hace nueve o diez años: tiempo suficiente para un par de cambios. Ahora las cosas vuelven a ser las mismas.

01. Epílogo

Yo nací, hace ya algunos años, en Salamanca, una pequeña ciudad a orillas del río Tormes (el mismo del Lazarillo de Tormes); allí transcurrió mi infancia, fui a la escuela, trabajé, me casé y tuve algunos hijos; pasó el tiempo, y ahora estoy muerto.

02. El eclipse

No soy capaz de escribir. Lo intento todos los días, todas las tardes, todas las noches. A veces lleno de ilusión, a veces con desconfianza, a veces me desespero y me dan ganas de llorar. Hago esfuerzos ímprobos de todo tipo: innovadores, renovadores, sostenidos. Me enfrento a la magna tarea con tesón, con gallardía. Si veo que tal, ensayo en diversos lugares, hasta en los más insospechables. Frecuento todos los rincones de la estancia, fatigo el pasillo. Pruebo en diferentes posturas. Cambio el color de la luz. Trastoco papel y pluma. Permuto las palabras, el tono, las fuentes. Mezclo géneros y estilos.
Abro las ventanas y observo, y miro. La ciudad, la carretera, los árboles. Y nada consigo. No soy capaz de escribir: no sé cómo voy a ganar el pan para mí y para los míos.
Tal vez sea que con este último cambio de domicilio me he instalado en una mediocridad en absoluto áurea: desde un sexto piso con azotea abierta al infinito cielo, he descendido a este tercero con sólo terraza enfrentada al ancho horizonte que separa aquél del suelo. Así es corriente que nunca me encuentre con la Musa cuando vuela etérea por las alturas.
Y como ya nunca bajo a la calle de noche, por causa de la inseguridad ciudadana, tampoco me la tropiezo si anda por ahí de bohemia, como antes, borracha, fértil y despendolada.
Tal vez se ha producido un eclipse en mí carrera literaria. Cayó la noche, las estrellas titilan solas en el firmamento. Mi poesía ideal es como aquella luna, llena, redonda: necesita que el sol, inspirador oculto, le proporcione bien de luz para reflejar. Pero entre la una y el otro se ha interpuesto la Tierra Madre. Y, ay, en ella vivo yo.

03. Historia española del teatro de guiñol

Y entonces matamos a todos los políticos, a todos sin dejar ni a uno. Primero al rey. Luego a la reina. A los príncipes y princesas, infantes o sucesores. Les cortamos las cabezas. Aristócratas y nobles, duques, marqueses, condes y vizcondes, baronesas y barones. Caballeros, hidalgos, infanzones. Y a todos sus parientes, naturales o políticos. Y a sus heredadores.

Flis, flas,

la guillotina sin parar,

y el público cantando:

a decapitar, a decapitar.

Luego al presidente del gobierno (o ya de la república). Le cortamos la cabeza. Y a los ministros, subsecretarios y secretarios generales. Gobernantes, directores, delegados, inspectores, administradores, auditores, recaudadores. Uno por uno, los matamos a todos. A todos los demás presidentes, vicepresidentes, consejeros, gobernadores, alcaldesas y sus tenientes, concejales. Liquidamos a los diputados, representantes, asambleístas, legisladores sin dejar ninguno. Matamos a los jueces (juzgar sin ser Dios). A los magistrados, fiscales, abogados, togados y procuradores. Defensores, representadores. Notarios y albaceas. Sin juicios previos. Y a sus sustitutos y suplantadores.

Clic, clac,

el hacha contemplamos

subir y bajar,

y todos cantamos:

hay que hachear, hay que hachear.

En cuarto lugar al pregonero: matamos a todos los heraldos o políticos noticieros. Redactores, reporteros, columnistas, articuleros. Comunicadores, enviados, chafarderos. Voceadores y voceros. Comentaristas, locutores, opinadores, entrevistadores, presentadores. Microfonistas y pantalleros. Corresponsales y colaboradores.

Chuuic, chuac,

el espadón filoso

venga a rebanar

cuellos, y todos cantando:

hay que degollar, hay que degollar.

Luego a otros políticos. A los banqueros los matamos despacio y con mimo. Les cortamos el pescuezo detenidamente a todos los usureros, prestamistas, economistas, contables y cajeros. A todo empleado de banco, presidente, directores, accionistas, consejeros, cobradores, aseguradores. Los matamos con alegría y también a sus herederos, clientes y colaboradores.

Ris, ras,

del serrucho largo el relumbrar,

oh, sus dientes de diamante,

y todos entonamos:

hay que serruchar, hay que serruchar.

A toda clase de soldados militares empezando por los capitanes y sargentos. Generales. A los guardias nacionales y locales, a los policías civiles y regionales. Comisarios, inspectores, investigadores. Guardias jurados y sin jurar. Guardianes, guardesas, guardaespaldas, guardagujas, guardabosques. Vigilantes, vigías. Cazadores y ojeadores. Carceleros, torturadores, verdugos. Los eliminamos a todos estos políticos y a sus retoños, vástagos y cachorros. Y a los soplones.

Yic, yac,

el alfanje turco

trabaja sin cesar,

y todos juntos cantamos:

sin cabeza no quedáis tan mal.

Decapitamos después a todos los demás adinerados. Empresarios, negociantes, especuladores. Capitalistas, presidentes, socios, accionistas, comerciantes, tenderos. A todo propietario. Ricos, acomodados, millonarios, burgueses. Traficantes, contrabandistas, distribuidores, mercaderes, explotadores. Terratenientes, ganaderos, armadores, constructores, ingenieros, arquitectos, promotores. Comisionistas, corredores, inversores. Vendedores, alquiladores, asesinos y ladrones. También a estos otros políticos y a sus sucesores.

A todos los burócratas, funcionarios, hasta el último oficinista y enchufados. Los degollamos también. Y a sus suplentes, sustitutos y suplantadores.

Por supuesto a todos los médicos doctores curanderos cirujanos matasanos especialistas enfermeras sanitarios auxiliares terapeutas asistentes. Políticos de la muerte. Y a los estudiantes y aprendices de doctores.

Los políticos de Dios. Monjas, curas, obispos, cardenales, prelados, tonsurados, papas, arzobispos, presbíteros, diáconos, canónigos, monaguillos, sacristanes, beatas, abades, priores, frailes, monjes... Guías, apóstoles, pastores. Los matamos sin confesión. Y a sus seguidores.

A todo tipo de científico, investigador, especialista a político sabio lo matamos. Filósofos y especuladores. Y a sus detractores.

Consideramos también político a cualquier profesor, maestro, catedrático. Pedagogos y educadores. Docentes, universitarios. Discípulos y empollones.

Y a los escritores. Todo escriba, amanuense, copiador, traductor, editor, mecanógrafa. Y a sus personajes y lectores.

Artistas y directores de películas, comedias y teatros. Críticos, políticos culturales y espectadores.

Políticos menores. Presidentes de vecinos, de comités. Fundadores, limosneros, benefactores. Sindicalistas, animadores, entrenadores. Jefes, secretarias, representantes, administradores.

Cabezas de familia, tutores. Padres autoritarios, madres posesivas. Hijos consentidos, mimados, caprichosos. Todo tipo de pariente, tía o tío entrometido. Los matamos a todos.

Plis, plas,

de Almanzor la cimitarra sin dejar

títere sano,

y todos a coro cantamos:

a descabezar, a descabezar.


Cae el telón.

Nos despedimos. No sin avisarles de que el próximo domingo, a la misma hora comienza la función. No sin advertirles que entre tanto permanecemos alerta; nuestros delicados instrumentos siempre prestos para volver a empezar. Y con aquellos que pretendan representar farsas de revolucionarios, políticos, con esos no vamos a tener piedad.

04. ¿Callejón sin salida?

Veamos. A la derecha y a la izquierda, viejos caserones vacíos. Antiguos inquilinos deportados, por indeseables. Puertas y ventanas enladrilladas. Letreros de «se vende», o se alquila, o carteles electorales.
El pavimento adoquinado permanece intacto todavía. Alineadas en el centro, equidistantes, higiénicas cloacas, bien precintadas. Y sin embargo se escapan murmullos, ecos de chapoteos pertinaces; ya se acabó la sequía.
Arriba, escuchan las cornejas encaramadas en hilos de teléfonos trans­versales.
Aquí y allá, farolas reconvertidas. Cristales polvorientos, lumbreras ausentes. Perchas para candidatos, como sus belfos, colgantes. En lo grueso del mástil, a la altura de los ojos, pasquines institucionales, «debes ejercer tu derecho al voto». Más abajo, en papeleras amarillas con el anagrama del alcalde, anidan ratoncillos blancos, como el algodón de suaves.
En los solares comunales, jóvenes agricultores abonan la tierra por el método revolucionario de inyección intravenosa. Brazos desnudos al sol. Bien vallados. En las tapias antisépticas, como la nieve blancas, brillan los bandos rebosantes de ordenanzas municipales.
Luego un panorama de rejas de hierro: los cierres de seguridad del national bank. Enfrente, la verja de la comisaría. Carteles de «se busca» pegados en los contenedores de basura.
Enfrente, la fachada ocre del gran cuartel trifásico luce, sobre la bandera, su lema prometeico: «por tierra, agua y aire, ven, elemento, y sirve a la patria madre».
El palacio de justicia, con su servicio de guardia abierto en el sótano, contribuye con el suyo: «cal y agua; pan y canto».
Entreveradas, las mansiones de las putas japonesas, que son las mejores.
Interminable, la alambrada de la flamante institución penitenciaria. Dentro, es una pena, los pobres muchachos que no supieron labrarse un futuro recogen tristes cosechas de microscópicos gusanitos mutantes.
Por ahí salen los camiones, cargados de residuos, del hospital atómico.
Por este camino se dirigen veloces, para descargar, al cementerio pro­vincial. Para fabricar las cruces, hubo que arrancar los cipreses hace mucho tiempo.
A lo lejos se divisan los verdes campos de fútbol.
Y las partes traseras de la iglesia, inmaculadas, apuntan hacia Tierra Santa.

Ahora, mientras descansa paseando cómodamente por las maravillosas instalaciones (incluido Aire Acondicionado) de Nuestras Patrocinadoras, las Galerías Comerciales, disfrute de unos Consejos. Y recuerde que la Publicidad nos hace Libres (porque nos ayuda a elegir):
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Al fondo otra alambrada. Quizá la misma. Muy alta. Probablemente electrificada. Detrás, todavía, escombros, desperdicios, inmundicias. Ratas, buitres, niñas muertas. Más allá el terraplén del ferrocarril. Sólo un tren cada día. Cada noche. De izquierda a derecha, desde Oriente hasta Occidente, bajo el cielo impasible, un expreso, cargado de pasajeros. En la locomotora, una antena parabólica: el trayecto de regreso, ¿será por otra vía?

05. Estilos de mujer V

Pinceles de Lancome y máscara de pestañas de Helena Rubinstein, barras de labios de Phas y L'Oreal: mis complementos de maquillaje, para tener buena cara. Armani: mi favorito, para estar sutilmente perfumada. Crema con color de Lancome y polvos terracota de Phas, autobronceador de Biotherm: para una piel con un ligero color dorado. Resistance de Phas: para resistir las 24 horas del día. De la mañana a la noche, para conservar una apariencia perfecta, por eso procuro llevar en el bolso aquellos productos imprescindibles, mi tiempo es oro. Necesito estar impecable, y al mismo tiempo cómoda, en mi larga jornada laboral. Voy a por todas y sé muy bien lo que quiero, tenaz y testaruda. Por encima de todo, trabajadora y moderna, soy eficiente y eficaz. El ambiente urbano es mi vida. Soy ejecutiva.


06. Formulario

El teatro no tiene que representar la vida, sino ser la misma vida.

El actor, por mucho que pretenda representar un tipo como tal, pone en él mucho de su yo empírico, de su propia personalidad individual. Y........................... (escribir aquí el nombre propio) es precisamente un actor de personalidad impresionante al servicio de un arte impersonal.

No vaya a ocurrirnos como a aquél (a Gelmiro Sánchez, tras casi cuarenta años de experiencia dramática en los escenarios de toda España, casi cuarenta, viajando en aquellos autobuses, por aquellas carreteras de antes, debutando hasta en ciudades de provincias, con compañías de segunda y repertorios de tercera, con un público que sólo ve espectáculos por las ferias y fiestas patronales, tropezando por la noche, en hoteles de mala muerte, con toreros, feriantes y carteristas, y al día siguiente, hala, otra vez con los baúles a cuestas, o en los primeros veranos de la posguerra, que ya casi ni se acuerda, en aquellos pueblos sin nombre, dejados de la mano, de los páramos y de las sierras de nuestra piel de toro, en tablaos al aire libre, bajo el sol de agosto o bajo la lluvia torrencial de las tormentas, represénteme usted ahí como se debe un Tenorio, encandíleme, como yo encandilaba, a unas docenas de destripaterrones y encima incultos, sin luces, sin decorados, con una Inés encinta de ocho meses, hágame usted una Tempestad en un pueblo de Almería, un Cid en Granada, un entremés sin haber comido, Arniches por la tarde y por la mañana había enterrado a mi madre, casi cuarenta años, haciendo de tripas corazón por cuatro perras, que para eso somos cómicos y llevamos la profesión por dentro) que, de tanto representar papeles, acabó por no creerse ninguno y ahora es funcionario.

07. A cierta ciencia

Durante los días 6 y 9 de agosto se han celebrado en París las sesiones del quincuagésimo Congreso Anual Sobre el SIDA, organizado por la Asociación Internacional de Especialistas y Expertos en SIDA (S.E.E.I.A.), que ha reunido a ciento cincuenta científicos de todos los países. La Declaración Final recoge la Conclusión Principal, producto de los fructíferos debates: dadas las escasas probabilidades que hay de encontrar una vacuna realmente eficaz para la enfermedad en los próximos años, es necesario concentrar todos los esfuerzos en la empresa de tratar de alargar, por todos los medios a disposición de la ciencia, la vida de los enfermos.

Entre todas las ponencias, destacó la presentada por el inmunólogo Louis Bourguet, Catedrático de la Sorbona, especializado en la Transmisión del Virus al Feto Durante el Embarazo. En ella dio a conocer la investigación llevada a cabo por él mismo y su equipo, en el Hospital General de París, durante los últimos años. Se trataba de comprobar empíricamente una sencilla Hipótesis de Trabajo: que es posible reducir drásticamente el número de hijos infectados con el virus transmitido por la madre portadora. Para esta comprobación, Bourguet y su equipo tomaron una muestra de 200 mujeres portadoras embarazadas, pertenecientes a las más diversas clases sociales: baja, media y alta. De éstas, a 10 se les administró desde el primer día del embarazo un tratamiento completo con el producto AZT, de probada eficacia en la lucha contra la enfermedad, y al resto un placebo. Tras los sucesivos partos, se observó que sólo el 50 % de las madres tratadas con el medicamento transmitieron el virus a sus hijos. Mientras tanto, el 100 % de las tratadas con el placebo habían transmitido el virus al feto. Tras el éxito del experimento, Louis Bourguet pudo confirmar que, efectivamente, es posible reducir drásticamente el número de hijos infectados con el virus procedente de la madre portadora.

10. Plan de Empleo Plural

De ellos viven jueces, fiscales, abogados, procuradores, secretarios. Funcionarios de Justicia. Empleados de los Tribunales. Y sus familiares.

Dan de comer a policías públicos y privados. Funcionarios de Seguridad. Empleados de Vigilancia. Y sus familiares.

También a los carceleros. Psiquiatras, psicólogos, educadores de prisiones. Ahora que están de moda esos penales tan grandes, hay que incluir en la nómina a constructores, arquitectos, aparejadores. Fabricantes de materiales. Transportistas. Empresarios de limpiezas, de servicios, suministradores. Propietarios que ponen a disposición los terrenos. Funcionarios que tramitan las licencias y concesiones. Empleados. Y sus familiares.

Mantienen a médicos, enfermeras, practicantes que tratan sus enfermedades. Científicos, investigadores, farmacéuticos, fabricantes de materiales. Funcionarios que dirigen los hospitales. Empleados. Y sus familiares.

Médicos, psicólogos, educadores que los rehabilitan en instituciones públicas y privadas. Patrocinadores y empresarios. Funcionarios que diseñan los planes. Empleados. Y sus familiares.

Dan que hablar a periodistas y opinadores que cuentan sus problemas en medios públicos y privados. Funcionarios que diseñan los planes. Empleados. Y sus familiares.

Dan trabajo a cristaleros que recomponen los escaparates. Fabricantes de chupas, de loros, de carros. Aseguradores. Empleados. Y sus familiares.

Gracias a ellos se enriquecen traficantes, contrabandistas, camellos. Banqueros que guardan sus capitales. Más constructores. Más fabricantes de automóviles. Más aseguradores. Empleados. Y sus familiares.

Dan de comer a ministros, legisladores, gobernadores. Funcionarios que diseñan los planes. Empleados. Y sus familiares.

Dan que hacer a sacerdotes que oyen sus confesiones y ofician sus exequias. Empresarios de pompas fúnebres. Sepultureros que los entierran o empleados que incineran sus cuerpos. Empleados. Y sus familiares.

Ahora quieren vivir de ellos los cantantes, cineastas, escritores. Más empresarios, discográficos, distribuidores, editoriales. Los funcionarios ya están diseñando los planes. Más empleados.

Y sus familiares.

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