Y el abuelo sonreía contemplando a su heredero.
En el café de Chiquitas les dijo Paquito a sus hermanos: «También ustedes, mis cuates: rebién cobardes, rebién troleros y rebién marranos.».
Y el abuelo consentía, con las cartas en las manos: «Lo dejo todo liado y rebién liado.».
En el café de Chiquitas miró Paquito el calendario: «Este toro lo despellejo yo solito en cuatro años.».
Y el abuelo daba gracias: «Virgencita, qué nietecito más plantado.».
Cuatro años más tarde, con todo el mundo en el café, llegó Paco y enseñó la capa que se había hecho de la piel. Si os fijáis en las farolas, lo veréis en el cartel.
Y el abuelo bigotudo, bajo la losa de mármol: «Ándale, que de esa capa te haga mi sastre un sayo. Que ya se pasó la invernada, que ahorita viene el verano.».
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