Se trata de contar una historia.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

19. El parado

Me echaron del trabajo y luego me desahuciaron por no pagar el alquiler. Por eso vivo en este sofá cama, noche y día. Me encuentro demasiado deprimido para levantarme y buscar trabajo. Sé de sobra que no conseguiría nada. Ni siquiera tengo fuerzas para ir a un médico que me cure esta depresión. Y tampoco tendría dinero para pagarle, al médico.
Si no hubiera sido por Maggie me habría muerto tirado en la calle, de frío y de hambre, sin poder hacer nada por evitarlo. Porque no valgo para robar. Si lo hubiera intentado me habrían cogido, y yo en la cárcel, desde luego, no habría durado dos días. Si no llega a ser por Maggie, ahora mismo ya sería uno más en la fosa común. Como Mozart.
Todavía no me explico por qué me recogió y me trajo a su casa, si apenas nos conocíamos. La pobre trabaja todo el día en la fábrica, y luego tiene que limpiar la casa y cocinar para los dos, aunque la verdad es que yo como muy poco. Muchas veces pienso cómo me gustaría poder ayudarla, pero sé que soy un inútil, y tengo que resignarme a seguir siendo un parásito, y me paso los días aquí tumbado, viendo la televisión. Eso es todo lo que hago, ver la televisión. Y cavilar mucho, sin sacar nada en claro, adormilado como estoy, porque de noche no duermo y de día tengo sueño. A veces he intentado leer algo, pero ya no consigo concentrarme como antes. Aquí tumbado todo el día, sucio, maloliente, lleno de llagas, hecho un asco. No sirvo para nada y ya no seré nunca otra cosa que una carga para Maggie, la pobre, que no sé cómo lo soporta.
Llevamos mucho tiempo así, y ella está ya muy cansada, pero preferiría morirse antes que abandonarme. Me trae la comida, intenta animarme, hablar conmigo, pero yo no tengo nada que decirle. Los días que no trabaja, trae una palangana con agua y jabón y una navaja, y me afeita, no sé para qué, pero insiste y me afeita. Me pregunta si quiero ver el periódico, pero ya con la televisión tengo bastante información, ya sé cómo van las cosas por ahí afuera. También me pregunta sí quiero alguna comida especial, pero no tengo ganas ni de comer, todo me sabe igual. Y al final nos quedamos en silencio, mirándonos.
Ella no sale nunca a pasear, ni al cine. No me ha dicho nada, pero yo sé que se ha ido quedando sin amigos por mi culpa. No puede recibir visitas, teniéndome a mí acostado en medio de la salita. Con quién va a relacionarse viviendo con un tipo como yo. Si hasta los vecinos deben andar murmurando que si está loca.
Yo la miro. Veo sus ojeras y cómo está de pálida y de delgada, de tanto trabajar y de no divertirse nunca. Con lo joven que es todavía, y lo guapa. Si no me hubiera traído a su casa, podría haber encontrado un buen novio y a estas alturas ya estaría casada, tendría hijos y sería feliz.
Pero aquí está, conmigo, compartiendo esta pesadilla sin remedio y sin final, sin tener por qué. Me maldigo una y mil veces, pero eso no sirve de nada. Ella, en cambio, en todo este tiempo, ni una queja, ni una palabra de protesta. Sólo me cuida, intenta animarme. Pero ya se le van acabando los argumentos, igual que las fuerzas. Y cada vez pasamos más tiempo mirándonos en silencio.
Si esto sigue así, y sé que va a seguir, dentro de poco voy a tener que hacerlo. Aunque me horroriza, no hay otra solución. Un día, cuando Maggie venga a mi lado, con la palangana, a afeitarme, cuando esté descuidada, voy a tener que cogerla y cortarle el cuello con la navaja. Ésta no es vida para ella. No voy a dejar que se vaya agotando día a día. Luego no sé si tendré valor para hacer lo propio conmigo o si tendré que quedarme aquí echado, sin moverme, y esperar a que me llegue la muerte.

No hay comentarios:

Archivo del blog