Se trata de contar una historia.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

46. El ejecutivo

Como me amputaron una pierna, para poder seguir desarrollando mi actividad de ejecutivo tuve que comprarme una de plástico. El mismo cirujano me recomendó «Ortopedia para Ejecutivos», una modernísima y lujosa tienda del centro en la que podía encontrar los modelos más caros. Me compré la más cara de todas y resultó ser una maravilla: casi no suena y no se me nota nada al andar.
Es importante que nadie se entere, porque si se corre la voz podría perder un montón de clientes. Pocas personas se atreverían a pedir presupuestos o a aceptar proyectos de alguien que tiene una pierna de plástico.
Claro que no puedo ir a las piscinas ni jugar al tenis, pero es que yo nunca practicaría esos deportes tan horribles. Lo mío es el golf y a eso se juega siempre con pantalones largos.
Dirán ustedes que qué pasa con mi vida amorosa. Ese sí que podría haber sido un problema, pero yo lo resolví a la perfección. Desde luego, no podía mantener relaciones íntimas con ninguna mujer conocida o perteneciente a mi mismo círculo social. Las mujeres son indiscretas por naturaleza, uno no puede fiarse, enseguida se habría difundido par ahí el desagradable rumor, y adiós a mi carrera profesional. Así que lo que hago es irme a los extrarradios los sábados por la noche. Le coloco a mi coche placas de matrícula falsas y yo mismo me pongo barba postiza y gafas oscuras, porque como últimamente he aparecido tanto en la televisión toda precaución es poca.
En los extrarradios me resulta fácil conseguir alguna mujer. Porque voy elegantemente vestido y me hago notar: en los locales más caros solicito en voz alta bebidas de las mejores marcas, pago con billetes grandes o mejor con tarjetas de crédito, mi coche deportivo también ayuda lo suyo, etc. De este modo me abordan cada noche varias mujeres y puedo elegir la más atractiva.
Antes de subir a su apartamento les advierto de mi pierna de plástico. Pero esto nunca ha sido obstáculo. Es más, creo que a las mujeres les atrae la novedad, el morbo de la situación.
Por la mañana cojo mi coche y regreso a mi casa. Para mayor seguridad nunca estoy con la misma mujer dos veces. Y así sólo saben de mi secreto unas cuantas mujeres anónimas que nunca podrían relacionarme con mi nombre, porque el que les digo es falso.
De este modo resolví el problema amoroso sin poner en peligro mi carrera profesional. Y quiero que sirva mi testimonio para todos aquéllos que se hallen en mi misma situación: tener una pierna de plástico no es ningún obstáculo para triunfar en la vida.

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