Se trata de contar una historia.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

33. R. N. C.

Los egipcios dejaron al mundo, como testimonio imperecedero de su grandeza histórica, las Pirámides de Egipto. Los chinos la Muralla China. Y Felipe Segundo el Escorial.
Nosotros dejaremos a nuestros herederos, como testimonio de la nuestra, la Red Nacional de Carreteras. Principalmente las autovías y las autopistas, que hasta hace poco no existían.
Esa red de cintas de negro asfalto que recorre en todas direcciones nuestra piel de toro, poro por poro. Red que, lejos de aprisionar, libera, pues permite la libre expresión del movimiento, fundamento de la dinámica social.
Digna es de admiración y elogios, como símbolo del espíritu del hombre moderno, la magna obra de la ingeniería que fructificó así. Cuántas horas de trabajo hubo que emplear. Cuántos esfuerzos intelectuales en el diseño, cuántos corporales en la ejecución, fueron necesarios para dar a luz tantos túneles que horadan montañas, tantos puentes que cruzan tantos ríos y pantanos, sosteniendo esos caminos de futuro que nos permiten desafiar al tiempo.
Y si al valor testimonial y simbólico sumamos el provecho que podemos extraer nosotros mismos, ahora, para qué queremos más. Porque carretera es sinónimo de comunicación, de actividad, de industria, de desarrollo. En fin, de progreso.
Sí, señores: gracias a las autopistas y a las autovías, hoy se puede viajar de Sevilla a París sin atravesar un solo pueblo, sin tener que detenerse delante de un semáforo o de un stop o de un ceda el paso. Por supuesto se puede, y se debe, descansar en alguna de nuestras maravillosas áreas de descanso, situadas en parajes privilegiados, y contemplar paisajes encantadores. Dotadas con todo lujo de instalaciones, casi nos obligan a parar.
Sí, señores: es obligado admirarse y elogiar esta obra sin par. Y justo, y necesario, dar gracias a quienes han erigido, sólo por nuestro bien, la Red Nacional de Carreteras. El que tenga coche, que las recorra sin cesar.

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